La humanidad en su momento más peligroso: se aproxima la Tercera Guerra Mundial

Por Leonardo Del Grosso

Últimamente la mayoría de los analistas, si no todos, hablan de «guerra fría» como descripción de la nueva situación internacional en la que se profundizan las contradicciones entre los anglozionistas y los chinos y rusos. Ojala sólo se tratara de una «guerra fría». Estamos atravesando el momento más peligroso de la Humanidad, momento en el cual la guerra mundial parece imponerse cada día más como realidad omnipresente, en la era de las armas nucleares y de la híper-teconología. A mi entender, esta situación es mucho más inestable que la «guerra fría».

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Según la teoría marxista, el funcionamiento de la economía capitalista enfrenta cíclicas crisis de superproducción. La realidad de los «ciclos» no sólo es destacada por la teoría que mejor ha interpretado la economía contemporánea sino que ya es casi un lugar común en la consideraciones de los especialistas en el análisis de la economía, sean del tipo que sean. De hecho, las «medidas anticíclicas» forman parte del léxico cotidiano de la opinión pública en estos temas. Pero la descripción de la naturaleza de estos fenómenos sabemos que es totalmente diferente en el marxismo respecto de todas las demás doctrinas o teorías.

El análisis marxista no sólo es un análisis económico, sino que constituye un corpus, un sistema integral que da respuesta no sólo para explicar la mecánica de funcionamiento de la economía, sino todos los demás ángulos y perspectivas de análisis de la sociedad en su conjunto. Entonces, las consecuencias político-prácticas del análisis marxista no son diagnósticos aparentemente técnicos, cuyas «soluciones» a la crisis o los «ciclos» están en el plano de la economía de la contabilidad, por decirlo así, sino que están intrísecamente definidas por el análisis económico, con todas las dramáticas consecuencias que se deriven en lo que se refiere a la situación política. El marxismo explica que las sucesivas crisis de superproducción son cada vez más violentas. Dicho en sencillo: cada una de estas crisis de superproducción terminó por producir guerras de grandes dimensiones. La primera guerra mundial fue la reverberancia de las grandes crisis económicas que se fueron sucediendo desde finales del siglo XIX y durante principios del XX. La segunda guerra mundial fue la reverberancia de la crisis de la década de 1930. Todo parece indicar que la crisis inaugurada en el 2008 tendrá (y está teniendo) su reverberancia militar, cada vez más ensordecera. Pero hoy, a diferencia de la Segunda Guerra Mundial, estamos en la era de las armas nucleares, es decir en la era donde el Apocalpsis no es sólo una conjetura religiosa (como cuando se profetizaba el fin del mundo en el final del primer milenio de la era cristina), sino una posibilidad científica, tecnológica y militarmente muy concreta. La pregunta que flota en el aire es: ¿se cumplirá inevitablemente, como resultado automático de la crisis de superproducción, la Tercera Guerra Mundial, y esta tomará indefectiblemente la forma de enfrentamiento nuclear total? ¿O, por implicar el Holocausto para todos, sin ganadores, los imperialistas se detendrán en algún punto antes del abismo? Ese es el desafío para quienes tengamos algo de sensatez y sensibilidad: poder vencer al imperialismo actual, cosa que ocurrirá seguramente, pero evitando al mismo tiempo el naufragio de toda la Humanidad, como resultado de la guerra mundial.

Los alcances históricos de la actual crisis no solamente pueden llegar a ser el fin del capitalismo actual tal como lo conocemos y quizá, el fin del capitalismo como modo de producción; la actual crisis entraña también la derrota de las estirpes imperiales que, remontándonos hasta la baja Edad Media, fueron la vanguardia del capitalismo y su fase superior, el imperialismo: las dinastías anglosajonas y sionistas (hoy con z de nazis). Aquí cabe describir que me refiero a dinastías porque si bien siempre hay vencedores y vencidos en el seno de las clases dominantes, los vencidos se reintegran de manera subalterna en el seno del poder de las fracciones de las clases que pasan a ser dominantes dentro de las dominantes, en el marco de la lucha de clases. Entonces tenemos estirpes que no son puramente burguesas, en el sentido clásico y prototípico de tal clase en términos políticos (donde las masas populares jugaron un papel fundamental -como en todo proceso revolucionario- en el proceso revolucionario burgués), sino que son plutocracias, capitalismo en su etapa imperialista, en cuyo seno, como siempre, habitarán tradicionales y advenedizos, patricios y nuevos ricos, alcurnia y hasta ayer desconocidos. Y son estirpes porque hay una continuidad histórica, una genealogía social, un comportamiento orgánico de las clases dominantes que, como tales, no son una unidad total sino que tienen lugares de fractura principales y secundarios, cuya geografía podemos inteligir a partir, fundamentalmente, del devenir geopolítico. Concretando: la burguesía anglozionista hoy constituye la reacción a nivel mundial, lo que era la nobleza en la baja Edad Media, cuando se resquebrajaba el régimen feudal y emergía la naciente burguesía, y hoy la nueva burguesía de los países emergentes constituye una clase dominante capitalista pero surgida de una matriz histórica diferente que adopta, como lo hicieran en su momento los emperadores romanos de Oriente con el cristianismo, en la transición de la esclavitud a la servidumbre o, en la transición de la servidumbre al capitalismo, las clases nobles con las nuevas ideas burguesas (y que se metamorfosearon en el seno del nuevo poder burgués), adopta, decía, las nuevas doctrinas revolucionarias, surgidas desde la Resistencia de los oprimidos, para poder ejercer concretamente el poder. Esto no sólo significa «ajustes» en el plano del «relato», como califican despectivamente los ultrarreaccionarios a estas burguesías emergentes, sino medidas concretas que apuntan a poder construir Poder en el seno de las masas. No se construye poder sólo con «relato» -aunque nadie va a negar su importancia y su papel en la enajenación ideológica de las masas populares-, sino además con medidas concretas. No estoy hablando de la Revolución Soviética, sino de diferentes tipos de Capitalismo de Estado. Entonces hoy confrontan no sólo territorios de diferentes poderes capitalistas, sino además nuevos paradigmas para que las clases explotadoras -adaptándose a la nueva situación, que es cada vez más transicional- puedan ejercer su dominación con más efectividad sobre las clases explotadas, pero, al mismo tiempo, significa la institucionalización del nuevo poder de las masas, poder emergente de la crisis de las relaciones de producción capitalistas.

Volviendo a la situación política internacional: desde que se produjera «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX» (al decir de Vladimir Putin refiriéndose a la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) las agresiones y los frentes militares abiertos por los «anglozionistas» (al decir de Saker) no han hecho más que multiplicarse, acelerándose y ascendiendo en un camino conducido por la quimera de la dominación total del mundo, camino que lleva, en algún momento, hacia la confrontación simétrica: el ataque a Irak en 1991; Somalía en 1993 y 1994; los bombardeos de la OTAN contra la República Srpska (Yugoslavia) en 1995 (primera agresión militar de gran envergadura de la OTAN); los bombardeos intermitentes contra Irak desde 1998 y los bombardeos contra Sudán y Afganistán ese mismo año; los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia en 1999 y su posterior invasión y desintegración de ese país; la invasión en Afganistán en 2001; golpe y destitución temporal de Hugo Chávez en Venezuela en 2002; la intervención yanqui en Filipinas, con apoyo del gobierno local, en ese mismo año; la invasión a Irak desde 2003; ; agresión de Israel al Líbano en 2006, a Gaza en 2009, 2012 y 2014 (sin considerar lo que implica la existencia de Israel en sí mismo, que es la más nítida expresión de la agresión anglosajona en Medio Oriente); invasión de Somalía en diciembre de 2006; agresión de Georgia contra Osetia del Sur y Rusia en 2008; bombardeo de la OTAN sobre Libia y el asesinato de Gadafi en 2011; invasión de fuerzas militares de Arabia Saudita y de otros Estados del Consejo de Cooperación del Golfo sobre Bahrein en 2011; desde 2011 desestabilización y agresión militar contra Siria mediante fuerzas mercenarias; desde 2013 invasión de Francia y luego otras naciones europeas sobre Mali; incremento constante de la presencia militar de Estados Unidos y de la OTAN en África, con intervenciones cada vez más directas y de mayores proporciones (Sudán, Somalía, Costa de Marfil, Mali…), sin enumerar los países donde los drones operan (y bombardean) de manera contidiana, como Pakistán, Yemen, (acaba de informar el Washington Post que en Níger, en pleno desierto del Sahara, los Estados Unidos instalarán una base de drones) y otros; etc., etc., etc. (Esta enumeración sólo nombra los escenarios y acciones más visibles, pero en realidad todo el planeta es el teatro y objetivo de operaciones permanente de los anglozionistas). Y en este 2014 se agregan más frentes en África, se profundiza la guerra en todo Medio Oriente y, fundamentalmente, se abre el nuevo frente de Ucrania, abriéndose el segundo punto de fricción con riesgo nuclear luego del de la península de Corea. La guerra se generaliza, se extiende, se hace mundial…

El frente ucraniano: segundo detonante de guerra nuclear

Al calor de la crisis de superproducción ebulle la superestructura política y las contradicciones se expresan de manera violenta, transparente. Términos como «el agujero negro», «el gran tablero», u otras denominaciones que se utilizan para nombrar jugadas imperialistas de gran magnitud estratégica que en los momentos de relativa «paz» están en un lugar relativamente discreto, en el momento crítico, donde empiezan a jugarse todas las cartas, se «renderizan», se visualizan más nítidamente, se hacen evidentes y el juego adopta su forma cada vez más franca. Las fronteras entre los grandes poderes mundiales son, cada vez más, frentes de guerra en el sentido estrictamente militar.

Hoy se reafirman todas las tesis que Lenin demostrara en su debate contra la teoría del «ultraimperialismo» de Karl Kautsky. Según esta teoría «ultraimperialista» hoy sería imposible la confrontación entre Rusia y China, por un lado, y los Estados Unidos y sus aliados, por el otro, por la conexión entre todos ellos en la superestructura financiera internacional. La concepción ultraimperialista ha sido una idealista y antidialéctica comprensión de la realidad del mundo. De la misma manera que se evidencian las fracturas que la crisis de superproducción ha impulsado, así también la tesis del «ultraimperialismo», defendida hace muy poco tiempo atrás de manera subrepticia por todos los moderados hacia los imperialistas, ha quedado ya sepultada por los hechos. La posibilidad de una guerra no sólo mundial, algo que ya hoy comienza a ser una realidad, sino simétrica (lo que es decir, casi seguramente nuclear), es cada vez más una posibilidad plausible, aunque la tendencia sicológica pueda ser negarse a pensarlo y admitirlo, por sus aterradoras y apocalípticas consecuencias.

Si desde los 50 del siglo pasado en la península coreana está una de las fronteras calientes desde donde puede detonar una confrontación nuclear, hoy en Ucrania, lo que es decir Europa, se está constituyendo otra más inestable aún. El despliegue del Estado Islámico en Irak y Siria, y el bombardeo a Gaza por el Estado Racista de Israel, es decir, el escalamiento de la guerra en Medio Oriente, y la apertura del frente ucraniano, son las novedades más importantes en este 2014 en la situación internacional en lo que se refiere a escenarios bélicos. Desde la apertura del frente ucraniano hoy sí se puede hablar con cierta propiedad del inicio de la Tercera Guerra Mundial, porque éste es el primer frente en el que la OTAN (que, no lo olvidemos, es la máxima superestructura militar del anglozionismo) puede llegar a confrontar directamente con una de las potencias (en realidad con la más potente en el plano militar) que le puede plantear una guerra simétrica. El frente ucraniano no es un frente más: es el salto cualitativo que nos dice que podemos estar entrando en la Tercera Guerra Mundial.

En medio del peligro, las buenas noticias

Pero en medio de esta delicada y peligrosa situación, las noticias de la situación en el plano militar que llegan de Ucrania son muy buenas y alentadoras para las fuerzas progresistas y revolucionarias del mundo: las milicias de las repúblicas populares del sudeste están provocando duras derrotas a las fuerzas pro-OTAN del gobierno títere de Poroshenko. Las fuerzas anglozionistas de Ucrania son la sombra de lo que pudieran ser las fuerzas militares de la Alemania hitleriana en las cuales las primeras moralmente se inspiran: divisiones internas, deserciones en masa, desmoralización. En Ucrania hubo una movilización popular de enormes dimensiones en medio de una crisis política profunda, parecida en varios aspectos a la que sucedió en Argentina en 2001. La pequeña diferencia -en realidad grande, es que es Ucrania- que está en el centro del dispositivo estratégico de los anglozionistas contra Rusia y Eurasia y que está en la frontera de la histórica confrontación entre Rusia y los occidentales. Nada de lo que allí sucede deja de tener consecuencias geopolíticas de primerísimo orden. El legítimo malestar popular contra el gobierno Yanukovich, que sirvió de plataforma para el golpe pro-occidental del Euromaidán, hoy sigue vigente y se ha profundizado todavía más, esta vez contra los golpistas, que hoy no tienen la más mínima legitimidad en las masas. Las milicias del Donbass adquieren aquí una relevancia estratégica, no sólo para Rusia, sino para el mundo, porque políticamente el gobierno de los golpistas está siendo derrotado. Lo está en el plano militar, y esto es contundentísimo para sellar su bancarrota política. Y son estas mismas estructuras político-militares del Donbass las que pueden constituirse en vanguardia política operante en términos fácticos (militares) para prosperar contundentemente en el fértil terreno del descontento popular masivo, tomando el poder no sólo en donde ya lo han hecho (repúblicas populares) sino en todo el territorio ucraniano. ¿Permitirán los anglozionistas que esto ocurra? ¿Permitirán la derrota absoluta de Poroshenko o concurrirán en su auxilio? Intentarán no permitirlo. Seguramente en el seno de la OTAN y entre los principales estrategas del Imperio, existirán deliberaciones en torno al nivel de intensidad de las acciones contra Rusia. El problema aquí es que se generan situaciones de no retorno en donde la negociación sólo será posible después de la pelea, una vez que la realidad se impone post-facto, donde ya la evidencia no es una evidencia sino una contundente imposición de la realidad concretada luego de la confrontación. Es preferible la lucidez antes de la derrota que el tardío reconocimiento luego de ríos de sangre. Como repetía Fidel Castro cuando se refería a la eventual guerra que Estados Unidos enfrentaría si invadía Cuba: es una victoria que no queremos, porque, por sus enormes costos, ya evitar la guerra es vencer. Esto es lo que hoy pasa en el mundo: indudablemente que los anglozionistas ya están derrotados, pero el problema es que esto se vea sin necesidad de derrotarlos concretamente con una guerra, porque el costo de dicha victoria será tremendo. ¿Será esto posible? ¿Vencerán en el seno del Imperio los estrategas que pretenden una reconfiguración negociada del mundo, con una transición negociada hacia la multipolaridad? ¿O vencerán las fuerzas militaristas que pretenden seguir adelante en el camino de la guerra? Yo, como cualquier persona algo sensata, indudablemente que deseo que venza la línea de la moderación, para que la ineluctable derrota histórica de los imperialistas se produzca de la manera menos dramática posible, distribuida en varias batallas y luchas políticas y no en la gran batalla de una guerra nuclear. Como acaba de afirmar Fidel Castro en su última reflexión: «Triunfarán las ideas justas o triunfará el desastre».

Los mensajes extorsivos

En las vísperas de la cumbre de la OTAN del 4 y 5 de septiembre en Newport, Gales, Piotr Poroshenko, el actual presidente de Ucrania, el pasado 26 de agosto tuvo una reunión bilateral, a puertas cerradas, con Vladimir Putin, en Minsk (capital de Bielorrusia), en el marco de una reunión de la Unión Aduanera Euroasiática que se realizaba en ese ciudad. Esta Unión Aduanera está integrada por Rusia, Bielorrusia y Kazajistán. Indudablemente que además de las cuestiones de una probable tregua en la guerra en el sureste, debe de haberse conversado sobre las posibilidades de articulación que existirían, si Ucrania tuviera la voluntad política, entre Ucrania y esta Unión Aduanera Euroasiática, de tal manera de tentar a Poroshenko con las conveniencias de dicha relación, en comparación con lo que la Unión Europea y, en general, Occidente, pudiera ofrecerle. Es un intento más de Rusia por aportar a la solución relativamente pacífica de los contenciosos, lo que no significa que existieran muchas expectativas al respecto.

Lo más probable es que a esa reunión Poroshenko haya asistido sólo a tantear para obtener información previa a la Cumbre de la OTAN en Newport, para uso de sus titireteros de la OTAN, alianza a la que Ucrania ya ha declarado su interés por sumarse, alianza a la que Ucrania está recurriendo, buscando ayuda y protección, ante la impotencia de su propio desmoralizado ejército frente a las milicias del Donbass.

Poroshenko declaró antes de la reunión que allí se definía al futuro del mundo, dando a entender que de los resultados de la reunión que tendría con Putin dependían decisiones que entrañan, indudablemente, una escala mucho más grande que la que el caricaturesco gobierno de Ucrania tiene a su alcance: estaba hablando de lo que harían sus protectores de la OTAN si las decisiones de Rusia no resultaban de su agrado; estaba intentando chantajear y extorsionar a Putin con las decisiones que eventualmente se tomarían en Newport, el 4 y 5 de septiembre.

Pero no es sólo Poroshenko quien bravuconea y pretende chantajear al mundo con su violencia terrorista. Hombres mucho más poderosos y peligrosos que Poroshenko, como el ex-vicepresidente de los Estados Unidos y uno de los demonios mayores del poder imperialista, Dick Cheney, han amenazado con algún atentado terrorista con bombas nucleares en el futuro próximo. Prestemos atención a lo que Cheney nos dice, según información publicada por Russia Today el 25 de juniode acuerdo a lo publicado en Business Insider: «‘Imagínese qué pasaría si alguien pudiera llevar de contrabando un artefacto nuclear y ponerlo en un contenedor de transporte que se dirige a Washington’, agregó Cheney.  A la pregunta sobre si el ataque llevaría a ‘un régimen militar’ y la reconstitución del Gobierno de EE.UU., Cheney recordó el programa de ‘continuidad del Gobierno’, que, según sus palabras, se creó durante la Guerra Fría para que un ‘Gobierno interino’ (government in waiting)  pueda ocupar el lugar del Gobierno convencional si fuera necesario. De acuerdo con el portal, esta semana Cheney ha sido objeto de intensas críticas de los políticos estadounidenses por atacar reiteradamente la política exterior del presidente Barack Obama'».

Y ¿qué dice el programa de «continuidad del gobierno»? Un revelador artículo de Pete Dale Scott en la Red Voltaire (El «Proyecto Juicio Final» y los eventos profundos: el asesinato de JFK, el Watergate, el Irangate y el 11 de septiembre), ex diplomático canadiense, nos explica: «El resultado del 11 de septiembre fue la aplicación de planes para la ‘continuidad del gobierno’ (COG, sigla correspondiente a ‘Continuity of Government’), que fueron calificados en las audiencias de Oliver North sobre el escándalo Irangate, en 1987, como planes preparatorios para ‘la suspensión de la Constitución de los Estados Unidos’. Estos planes de la COG, elaborados en base a planificaciones anteriores, fueron meticulosamente desarrollados desde 1982 en el marco de lo que ha dado en llamarse el Proyecto Juicio Final (Doomsday Project) por un equipo secreto nombrado por Reagan. Dicho equipo se componía de personalidades públicas y también privadas, entre las que se encontraban Donald Rumsfeld y Dick Cheney». Explica Scott que como «Proyecto Juicio Final» «designa el Departamento de Defensa los planes de contingencia tendientes a ‘garantizar el funcionamiento de la Casa Blanca y del Pentágono durante y después de una guerra nuclear o cualquier otra crisis de gran envergadura'».

El mensaje de Cheney hacia todos los que pueden leerlo entre líneas (incluídos los sectores de la oligarquía yanqui que no compartan este temerario camino militarista) es: podemos hacer un gran atentado de falsa bandera, haciendo detonar una bomba nuclear en alguna ciudad de los Estados Unidos, culpar a otro por ello y como su resultado poner en marcha los planes de «Continuidad del Gobierno». O sea: no sólo podemos hacer semejante atentado de bandera falsa, sino que a través de él podemos ejecutar una guerra en gran escala y otro golpe de estado en Estados Unidos (Cheney y Rumsfeld tienen una larga trayectoria en acciones sediciosas, como conspicuos protagonistas de lo que Scott llama el «Estado profundo», «estructura que se mueve simultáneamente dentro y fuera del Estado público» -en palabras de Scott-).

¿Se recuerda que el año pasado, en plena incertidumbre respecto del probable ataque de Estados Unidos a Siria, cuando, en vísperas del 11 de septiembre (fecha por demás simbólica para las sectas satánicas del anglozionismo), desaparecieron ojivas nucleares de la Base de la Fuerzas Aérea de Dyess, en Texas, para ser trasladadas a la Costa Este, para su probable uso? Aclaro que éste no fue un movimiento orgánico, sino que fue una filtración de información respecto de una base aérea que, además, siempre negó que allí estuvieron almacenadas armas nucleares, y que no figura como un lugar oficial como base de este tipo de armas.

El mensaje de Cheney no es sólo hacia el mundo, es también hacia otras facciones del poder imperial, facciones que tienen otra estrategia u otras tácticas. En vísperas de la Cumbre de la OTAN, y mientras se acerca la emblemática fecha del 11 de septiembre, estos mensajes y lo que sucede en Ucrania, no representan buenos augurios, sino más peligrosidad a la situación.

Fuente: Argenpress

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