Si pensabas que el mundo acabaría por un asteroide, una nube radioactiva o el calentamiento global estabas en un error: los jinetes del Apocalipsis podrían ser abejas. El Síndrome de Colapso de las Colmenas (CCD) se propaga irremediablemente por el mundo, amenazando a las abejas y, junto con ellas, al 75% de las plantas que conocemos que, sin estos agentes polinizadores, pueden morir antes de reproducirse. Un panorama desolador.
El verano pasado la apidóloga Luisa Ruz, sintió un repentino terror. Ella es quizás la persona que más sabe de abejas silvestres en Chile. Se doctoró con el Einstein de las abejas, Charles Michener, en Kansas, y construyó junto con el entomólogo Haroldo Toro la más completa colección de abejas chilenas en la Universidad Católica de Valparaíso, con las 424 especies conocidas. Pero en su último viaje de recolección de insectos en los bosques de Quillota, buscó y buscó y no encontró abejorros, una de las variedades comunes del género bombus. Y pensó de pronto: “¿No será culpa del CCD?”.