El 2 de junio de 1999 el pequeño Reino de Bután, la Tierra del Dragón de Truenos, incorporó la televisión a su cultura. Éste fue el último país del mundo en hacerlo y sus consecuencias no se hicieron esperar.
Bután, localizado en el Himalaya y rodeado por India y China, ha mantenido una política de aislamiento durante décadas, permaneciendo, por lo tanto, atrasado en el tiempo en cuanto a términos tecnológicos y hasta históricos, al no hallarse su población informada sobre los acontecimientos del resto del globo y sus culturas. Así, Bután no poseía hospitales ni escuelas públicas hasta la década del ’50 y no entabló relaciones diplomáticas con otros países hasta principios de los ´60, gracias al nuevo rey Jigme Dorji Wangchuck, quien impulsó un proceso de modernización y democratización que lo llevó a acabar con el sistema feudal predominante en Bután, así como a incorporar nuevas tecnologías. Sin embargo, la entrada de la televisión al país quedaría en manos de su hijo, el rey Jigme Singye Wangchuck, quien lo anunciaría el 2 de junio de 1999, junto con el pasaje de una monarquía absoluta a una parlamentaria.
La decisión del Rey Dragón no se debió a una búsqueda de mayores ingresos y nuevos mercados, ni a un intento de ganarse el afecto de su pueblo, sino a la búsqueda de la felicidad de los butaneses. El propio rey Jigme Singye Wangchuck fue quien acuñó el término de Felicidad Interna Bruta, que consideraba mucho más apropiado para la medición del valor de lo producido por Bután y sus habitantes, altamente religiosos y espirituales

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